No me termino yo de creer eso de que el hombre es un animal social.

Ni gregario.

El ser humano es sociabilizado a la fuerza.

Así obtiene beneficios de durabilidad y de defensa en esta endiablada y hostil naturaleza.

Así pierde su individualidad personal. Difumina su membrana para unirse con los demás elementos en una corporación, en una masa.

Sólo hay que echar un vistazo a esos locales de cautiverio, esos primeros campos de concentración, esos pequeños presidios, que son las guarderías y los colegios.

Detrás de los dibujos de las paredes, de los alegres colores, de los mickey mouses, de los patos donald, se encuentran en verdad, disimulados, los serios barrotes de la realidad.

"No, si el mio al principio lloraba, pero ahora va tan a gusto..."
"Es normal que llore, luego se acostumbra..."
"No te preocupes, esto es lo mejor para el niño..."

Pamplinas.

Mentiras.

Esto es lo mejor para el sistema y, por ende, para la especie.
Pero no para el niño.

Ni para nadie.

Si uno mira el patio de un guardería, observará como los niños juegan solos, pasan ese tiempo de castigo de la mejor forma que pueden, marcan su territorio y vigilan a la carcelera para intentar reclamar su atención más que los otros.

Los únicos intercambios que hay con los demás son los zarpazos y los mordiscos.

Como los gatos.

Como los elefantes marinos.

Esto es extrapolable al colegio, al instituto, a la mili, a la universidad y, posteriormente, al puesto de trabajo.

Todo este complejo sistema carcelario, de compartimentos estancos, donde una puerta se abre siempre y cuando la otra esté bien cerrada, se llama educación.

La educación no es para todos.

La educación sólo es para los pobres.

Un sistema de control.

Una Vaina.

Lctr.